31 octubre 2014

Género de terror - Adictos a la escritura, Proyecto octubre 2014

Traigo una buena noticia: ¡Adictos a la escritura arranca de nuevo! Y yo arranco con ellos también, no podía ser de otra forma :)
Este mes el proyecto consistía, cómo no, en escribir un relato de terror. 
No sé si mi relato os hará sentir miedo, no suelo escribir dentro de este género y ha sido un buen reto.
¡Espero que os guste y que paséis un feliz Halloween!


La planta -1



Berta, Claudia y Ana eran amigas de toda la vida. Desde que se conocieron en el instituto no se habían separado ni un solo día, aunque a veces también discutían.
Ya estaban en su cuarto año y se sentían muy maduras porque pronto se sacarían el graduado.
A Berta le encantaba el arte y la pintura, mientras que Ana prefería jugar al fútbol y Claudia se dedicaba a escribir para la revista del instituto. Las tres muy diferentes pero inseparables.

Cuando Ana jugaba un partido con el equipo Berta y Claudia iban a verla para animarla y cubrir el reportaje de la revista. Por desgracia, en el partido de las semifinales, Ana se lesionó.
Sus amigas corrieron a animarla en cuanto les dejaron entrar a verla.
– ¿Cómo estás? – le preguntó Berta.
– Pues cabreada, su cara lo dice todo –comentó Claudia.
– ¡Me muero de rabia! ¡No podré jugar la final porque tengo un esquince en el tobillo! –gritó la aludida.
– No te preocupes, iremos a ver el partido las tres juntas y te dedicaré una columna en la revista –le dijo Claudia para animarla.

Con mucha pena Ana dejó los entrenamientos a un lado para coger las muletas, sus amigas la ayudaban en todo lo que podían, le llevaban los libros y la acompañaban en el ascensor aunque lo tuvieran prohibido. Pues solo los alumnos con problemas de movilidad podían usarlo y aunque el director las había pillado en alguna ocasión lo dejaba pasar por alto.
Así que como cada mañana las tres chicas entraron en el ascensor. Iban distraídas, hablando de que al día siguiente por fin se celebraba el partido de la gran final, Ana estaba contenta y orgullosa de su equipo.
– ¡Seguro que ganaremos! –Decía.
Tan embelesadas iban en su conversación que ninguna de ellas dio al botón para subir a la primera planta, y no se dieron cuenta hasta que se abrió la puerta del ascensor de que habían descendido a la planta -1.
– ¿Dónde estamos? –preguntó Claudia atónita al ver el oscuro panorama que se apreciaba fuera del ascensor.
– No puede ser –dijo Berta mirando la pantallita del ascensor –aquí pone -1.
– ¿Qué? ¡Vámonos de aquí! –rápidamente Ana dio al botón de la planta 1, el ascensor cerró sus puertas y comenzó a subir.
– Chicas… –dijo Claudia asustada – La planta -1 existe…
– No, no existe –dijo Ana –hemos tenido una alucinación.
– ¡¿Una alucinación conjunta?! –Gritó Berta –No me lo puedo creer, Laia tenía razón…
Laia, era una chica de su clase que llevaba toda la vida en silla de ruedas, los médicos decían que jamás podría caminar. Hasta que un día desapareció durante muchas horas, la buscaron por todo el instituto hasta que ella misma subió en el ascensor y salió caminando de él sin su silla de ruedas.
Todos le preguntaron a Laia que qué había ocurrido, por qué podía andar de repente misteriosamente y que dónde había estado. Ella solo pudo decir:
– En la planta -1, he estado en la planta -1 y alguien me ha curado.
Nadie encontró la planta -1 y todos los alumnos la tomaron por loca, pero ahora ellas tres sabían que no era así.


Las chicas decidieron no decir nada ni a Laia ni a los profesores por el momento. En clase no lograron concentrarse, aún seguían asustadas por lo que habían descubierto.
La hora del recreo llegó por fin, pero las horas se les hicieron eternas. Dudaron en bajar de nuevo en el ascensor ya que tenían miedo, por suerte no pasó nada y salieron en la planta 0 para ir al patio.
– Ahora me da miedo coger este ascensor –comentó Berta.
– Es muy extraño, no entiendo que haya una planta baja y nadie lo sepa –dijo Claudia.
– Chicas, tranquilas –pidió Ana –no podemos hacer nada, solo callarnos.
– ¿Cómo vamos a callarnos esto? ¡Alguien tendría que mirar lo que hay ahí! –Exclamó Berta.
– Estoy de acuerdo, tenemos que hablar con el director –opinó Claudia.
– ¡Nos tomaran por locas! –Dijo Ana –Las alucinaciones conjuntas existen, seguro, ni si quiera sabemos si lo que hemos visto es real.
– ¿Y quieres ir a comprobarlo? – preguntó Berta.
– Sería un gran reportaje para la revista –dice Claudia como tomando en serio la pregunta de su amiga.
– ¿Qué? ¡No lo decía en serio, loca! –Gritó Berta.
– ¡Deja de gritar! –La regañó Ana, que no estaba nada segura de lo que iba a decir a continuación –No podemos decir nada a nadie sin asegurarnos de que la planta -1 existe.
– Entonces, bajemos. – Dijo Claudia, decidida.
– No, no lo hagáis –les pidió Berta – puede ser peligroso. Recordad lo que le pasó a Laia… Esto da mala espina.
–Tranquila, llevaremos esto –dijo Ana sacando un espray anti-violadores de su mochila.

Por más que Berta trató de convencerlas para que no bajaran allí no hubo manera y aunque se moría de miedo decidió acompañarlas.
Montaron en el ascensor y sin dar a ningún botón esperaron a que la puerta se cerrara y bajaran a la planta -1. Dio resultado.
– Estamos bajando –anunció Ana. Claudia que llevaba el espray se preparó por si tenía que atacar.
– Berta, tú te quedarás aquí manteniendo la puerta del ascensor abierta –le ordenó Ana – nosotras echamos un vistazo rápido y volvemos.
­Ana encendió la linterna del móvil y la puerta del ascensor se abrió en la planta -1.
– Por favor, no os alejéis demasiado – les pidió Berta.
Al alumbrar con la linterna no vieron más que las roñosas paredes del instituto, tenían que girar a la derecha por un pasillo para descubrir algo más.
– Tranquila, no tardaremos –dijo Claudia.
Las dos chicas se alejaron por el pasillo mientras Berta pensaba que se iba a desmallar en cualquier momento. “Tranquila, Berta, no pasa nada, no van a tardar” Intentaba tranquilizarse a sí misma, miró su reloj, las 11:43, pasó un minuto y volvió a mirar. No se veía ni se oía nada, otros dos minutos más y Berta cada vez estaba más nerviosa. No sabía si llamar a sus amigas sería buena idea, pero al ver que ya eran las 11:48 decidió llamarlas.
– ¡Ana, Claudia! Ya han pasado cinco minutos, por favor si me oís, volved. ¡Estoy asustada!
No hubo respuesta, hasta que un minuto después se escuchó un grito ensordecedor, Berta se asustó pero sabía que si salía corriendo la puerta del ascensor se cerraría y no podrían volver.

– ¿Qué pasa? – Gritó Berta desesperadamente – ¡Ana, Claudia!
– ¡Corre Claudia! – Se oyó gritar a Ana – ¡Corre!
Claudia apareció de repente frente a la puerta del ascensor, pero cuando estaba a punto de entrar alguien a quién Berta no pudo ver la agarró intentando llevársela.
– ¡Claudia! –Gritó Berta estirando de los brazos de su amiga.
– ¡Berta, pide ayuda! ¡Sálvate! –Le pidió su amiga. Berta no pudo seguir estirando de Claudia, que se adentró en la oscuridad. Seguidamente las puertas del ascensor se cerraron y Berta comenzó a ascender. Estaba muy nerviosa, tenía dificultades para respirar y no podía remediar sus lágrimas.
Pero al salir al patio reaccionó y comenzó a buscar a Laia por todo el recinto hasta que dio con ella.
– ¡Laia! ¡Están abajo! ¡Tienes que ayudarme! –Gritó sorprendiendo a la solitaria muchacha.  
– ¿Abajo? – Preguntó Laia, confusa.
– ¡En la planta -1! Sé que tu estuviste allí – Berta rompió a llorar casi desesperada – ¡Tenemos que ayudarlas!
– Jamás me ha creído nadie hasta ahora, no tengo muchos recuerdos de aquél lugar pero los que conservo no son agradables. – Dijo Laia.
– ¡Vamos, tienes que acordarte de algo! Tenemos que hacer algo.
– Solo recuerdo el estar tumbada en una camilla y sentirme muy confusa, vi fotos de alumnos que han desaparecido, vi muchos tubos con líquidos y maquinas extrañas. –Le contó Laia –De repente desperté frente al ascensor, me arrastré por el suelo, no llegaba al botón y para mi sorpresa logré ponerme de pie. Después entré en el ascensor y volví a subir a la planta 0.
– ¿Alumnos desaparecidos? –Preguntó Berta.
– Sí, estuve investigando y desde el instituto siempre han dicho que se mudaron o que cayeron enfermos. Pero en los archivos pone la verdad, murieron aquí, en la planta -1.

Berta estaba aterrada pero no podía permitir que a sus amigas les pasara algo parecido, así que corriendo fue a hablar con el director que no la creyó.
– ¡Usted sabe que existe esa planta! ¡No sé qué esconden en este instituto pero lo averiguaré! –Amenazó Berta.
El director se mostró tranquilo en todo momento, dijo que no sabía de qué estaba hablando y que si no volvía a clase sería expulsada.
– Vamos a bajar ahí– le dijo Berta a Laia al salir del despacho –Pero primero vamos a la cocina, tenemos que ir armadas.
– Yo… Lo siento… No quiero volver ahí abajo –confesó Laia, asustada.
– Lo entiendo y no puedo obligarte – dijo Berta que se había armado de valor – pero prométeme que si no vuelvo llamarás a la policía y lucharás para que te crean.
– Te lo prometo, lo haré. Espero que no os pase nada. Lo siento de verdad.
– Gracias.
Berta se dirigió entonces a la cocina del instituto, dónde sin que la vieran robó el cuchillo más afilado que pudo encontrar. Después, con valor, encendió la linterna del móvil y montó en el ascensor que descendió de nuevo a la planta -1.
Recorrió en silencio el pasillo por el que habían ido sus amigas, hasta que llegó al final y giró de nuevo a la derecha, era un nuevo pasillo con varias puertas. Berta intentó no hacer ruido pero pensó que los latidos de su corazón debían oírse a metros de distancia.




En las puertas había una pequeña ventana redonda, no sabía si debía entrar en ellas o mirar, porque si la persona que había ahí abajo la descubría no sabía que le podía pasar.
Con cautela se asomó en la ventana de la primera puerta y descubrió un quirófano en el que no había nadie, así que entró.
Comenzó a examinarlo, el ambiente era sucio y pestilente, había salpicaduras de sangre que casi la hacen vomitar y bisturís oxidados. En el suelo encontró la muleta y una de las bambas de Ana, Berta sintió que se le hacía un nudo en la garganta y decidió cambiar de sala. Sus amigas tenían que estar ahí y pensaba salvarlas.
De nuevo miró en la sala de al lado, esta vez no encontró un quirófano, pero encontró la silla de ruedas que antes era de Laia.
Entró en la sala dónde había una camilla en la que una chica estaba tumbada, corrió pensando que era una de sus amigas, pero en cambió encontró el cadáver de una desconocida. Tenía una mano amputada y los ojos sacados, estaba llena de sangre seca y de gusanos que empezaban a salirle del cuerpo.
Berta salió corriendo de allí asustada, y empezó a vomitar. Sin poder evitarlo, las arcadas emitieron sonidos y una puerta se abrió, de ella salió un chico al que todas conocían.
Era Alejandro, un alumno extremadamente inteligente que nunca hablaba con nadie.
Berta se asustó al ver las manos ensangrentadas del chico.
– ¿Qué estás haciendo aquí? – Gritó él enfurecido, acercándose a ella peligrosamente. Berta intentó echar a correr, pero estaba muy débil y mareada. Alejandro la agarró del pelo y tiró de ella, llevándosela hasta una de las salas. Berta gritaba y lloraba y cuando entró en la sala vio por fin a sus amigas.  
Tirada en el suelo, atada, con varias heridas y una mordaza estaba Claudia, llorando desconsolada, cuando vio a Berta sus ojos se abrieron como platos.
– ¡Deja de gritar! – Le ordenaba Alejandro a Berta.
Al otro lado de la sala en una camilla estaba Ana, intubada y enchufada a máquinas de hospital, a su lado en una mesa estaba su ensangrentado pie, que le habían amputado.
Berta sintió una desesperación y un miedo atroz, no podía dejar de gritar, Alejandro entonces le tapó la boca con sus sucias manos, Berta a pesar de su estado reaccionó y le mordió con todas sus fuerzas. Este al sentir el dolor gritó y la tiró al suelo.
Berta, rápidamente, sacó el cuchillo y se lo clavó a Alejandro en el pie. Seguidamente desató a Claudia y le quitó la mordaza.
– ¡Vámonos Claudia, corre! – Dijo Berta.
– ¿Y Ana? – Preguntó la chica entre lágrimas.
– ¡No podemos llevárnosla!
– ¡No os escaparéis de mí! – Gritó Alejandro sacándose el cuchillo del pie.
Las chicas corrieron y Alejandro trató de seguirlas con mucha dificultad. Llegaron al ascensor y picaron al botón con insistencia.
– ¡Berta, se está acercando! –Exclamó Claudia atemorizada.
El chico estaba a punto de alcanzarlas otra vez, cuando por fin se abrió el ascensor. Las dos amigas entraron rápidamente y para que él no entrara Berta le atizó una patada en el vientre, provocando que cayera al suelo. Por fin la puerta del ascensor se cerró y subieron a la planta 0.

Una profesora se sorprendió al verlas en aquél estado, Berta tenía la boca llena de sangre, Claudia varios cortes por los brazos y rasguños en la cara.
– ¡Chicas! ¿Qué ha ocurrido? – Preguntó la profesora muy alarmada.
– ¡Pare el ascensor y llame a la policía! –Gritó Berta, que estaba a punto de vomitar otra vez, la profesora decidió hacerles caso y corriendo avisó al conserje para que parase la electricidad.
– No hace falta que llame a la policía – dijo Laia que entraba en el instituto acompañada de unos agentes.
– ¡Laia, les has llamado! –dijo Berta con lágrimas en los ojos.
– ¡Nuestra amiga está ahí abajo! –Comenzó a decir Claudia desesperada – Le ha imputado un pie y…  Está inconsciente, hay, hay asesinos…
– Claudia, para, respira – le pidió Berta – Es Alejandro, él es el asesino, había una chica muerta también, tienen que salvar a Ana.
– Alejandro no es el único asesino, fue el profesor de ciencias quién nos secuestró –reveló Claudia.

Los policías se apresuraron, pidieron refuerzos y detuvieron al director y al profesor de ciencias a tiempo. Cuando los refuerzos llegaron bajaron a la planta -1, dónde encontraron a Alejandro, el cuerpo que Berta había descubierto y algunas partes amputadas de otros adolescentes.
Unos sanitarios acompañaron a los policías para llevarse a Ana, que aún seguía con vida pero en un estado muy grave.
Laia estaba con Berta y Claudia cuando los policías salieron del ascensor con Alejandro esposado.
– ¿Por qué? – Le preguntó Laia mirándole directamente a los ojos – ¿Por qué a mí me curaste y a ellas has intentado matarlas?
– Por qué todas sois un experimento –contesta Alejandro sonriendo– de ti estoy enamorado y decidí probar en ti mi descubrimiento. Necesitábamos matar a los demás para que tú pudieras andar.
Laia rompió a llorar, no quería ni imaginar cuantas personas habían muerto a costa del descubrimiento que le hizo caminar de nuevo.
La policía pidió a Claudia que contase lo que pasó allí abajo, la chica desesperada explicó que el profesor de ciencias cogió a Ana y luego Alejandro impidió que ella se fuera. Cuando la llevó a la sala Ana estaba atada a la camilla, después la anestesiaron y la conectaron a maquinas hospitalarias. Mientras Alejandro imputaba el pie a Ana el profesor la obligaba a mirar y le cortaba en los brazos para sacarle sangre. 

De camino al hospital Ana murió a causa de las pésimas condiciones del lugar.
Al día siguiente el equipo de fútbol del instituto, en el partido final, lució un lazo negro en la camiseta y le dedicaron la esperada victoria.
La policía en su investigación descubrió doce casos de alumnos asesinados por Alejandro y el profesor. El director era consciente de la existencia de la planta -1 y cómplice de la atrocidad que se cometía en ella.
Todo era una obsesión del profesor por encontrar la cura a la parálisis y otras enfermedades, una obsesión que inculco a Alejandro, un alumno sin familia al que acogió. La planta -1 fue limpiada y sellada y aunque la registraron nunca se encontró cual era el descubrimiento, ni la forma en que curaron a Laia.
Berta y Claudia, después de mucho esfuerzo, se vieron con la valentía de escribir un artículo en la revista del instituto sobre la planta -1. Incluso la prensa internacional hizo eco de la noticia, se publicó el artículo de las chicas y los archivos secretos del director.
Laia jamás pudo olvidar las últimas palabras de Alejandro y se ofreció a que le hicieran múltiples pruebas para intentar descubrir cuál fue su cura, pero nada se descubrió.

Desde entonces en el instituto no dejó de contarse la terrorífica historia de la planta -1. 

9 comentarios:

  1. Muy interesante y tiene un lindo mensaje de amistad. Felicitaciones :)

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  2. La idea de una planta -1 resulta un buen recurso para una historia de terror. Me ha parecido ver algunos tiempos verbales cambiados del pasado al presente. Gracias por haber compartido tu historia.

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    1. Gracias por la observación, me había despistado jaja
      Ya esta arreglado :)

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  3. Esta genial la historia, un poco aterradora, me recuerda ciertos libros que leía de chico.
    Saludos desde Colombia

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  4. Un relato que bien podría ser la base para alguna peli típica de Halloween.
    Decir que Berta fue valiente y volvió por sus amigas! creí que ella también caería víctima.

    Abrazo!

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  5. Me ha gustado que has hecho referencia a uno de los iconos del terror clásico: el tema del científico loco, los experimentos, etc... adaptado al contexto de tu relato. También el detalle de que alguien estuvo en el lugar y nadie lo cree hasta que las protagonistas terminan descubriéndolo, otro ingrediente también muy propio de las historias de terror.

    Un saludo!

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  6. Me gustó! Como dice Erzengel, una historial ideal para Halloween!!

    Un abrazo

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  7. Hola Nerea, una historia intrigante y que no podía dejar de leer!!!Felicidades!!!!

    Besos!!

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  8. Hola!!! Me ha gustado y me ha dado miedito hehe afortunadamente no hay ascensores en la universidad a la que asisto bueno apenas los pondrán lo malo es que hay doctores que acaban de invadirnos hehe aunque no son muchos hehe eso me dejo un pequeño trauma .0_ohehe. Genial la historia.

    Saludos

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