11 julio 2016

Para recordarlo cuando se nos olvide

Este es un escrito para mí y para vosotras, para todas las que tenemos bajones, para todas las que tenemos que aprender a querernos más y a hacer más cosas por nosotras mismas.
Es algo que veo a diario, en mí y en otras chicas, la falta de fuerza y la falta del conocimiento que tenemos sobre nosotras mismas.
Porque solo somos nosotras las que tenemos el poder de querernos, de cambiar las cosas con nuestra actitud y nuestra fuerza de voluntad.
Podemos buscar soluciones, podemos decidir qué queremos pensando en nosotras y no sentirnos mal por ello. Sí, podemos hacerlo.

No tenemos que lamentarnos por todas esas cosas que no hemos hecho si no salir ahí a fuera a hacerlas si queremos hacerlas aun, porque siempre estamos a tiempo de cambiarlo todo, o si ya no queremos hacerlas simplemente recordarlas como algo que nos pasó y que seguramente nos hizo aprender.
Tampoco nos sirve pensar en todas aquellas cosas que odiamos de nosotras mismas, porque jamás deberíamos odiarnos por nada, ni si quiera por nuestros errores. De ellos aprendemos, sin ellos no seríamos hoy lo que somos ni nos esforzaríamos por mejorar.

Pero lo que siempre nos servirá es aquello que siempre se nos olvida. Es querernos y valorar cada una de nuestras cualidades, valorar cada una de las cosas que nos encanta hacer porque sí. Y si nos gusta hacer algo solo tenemos que hacerlo, por nosotras mismas y nuestra propia satisfacción sin importar lo que los demás piensen o critiquen.
Recordar que no pasa nada si queremos cambiar las cosas, que podemos hacerlo y que tenemos derecho a ello. Recordar que nos podemos equivocar y no por ello seremos peores.
Querernos como somos, porque nadie lo hará mejor. Y recordarlo cada vez que se nos olvide.


Lo dejo por escrito para cuando se me olvide a mí leerlo y recordarlo, para cuando se le olvide a alguna de las chicas a las que quiero puedan leerlo también, para que todas sepamos y recordemos que tenemos poder, cada una el suyo propio, para hacer lo que deseemos y necesitemos, para sentirnos orgullosas de nosotras mismas y libres.

15 marzo 2016

Adictos a la Escritura - La tienda de las palabras olvidadas

Por fin hemos vuelto a hacer un proyecto para Adictos a la Escritura :)
En este caso hemos utilizado la página http://www.latiendadepalabrasolvidadas.com/ para conseguir dos palabras que debían salir en el relato.
Una de las palabras se escogió por sorteo y me tocó "cortejar", la otra cada persona la escogió en secreto y la mía es "ensimismado".
Sin más os dejo con mi relato, espero que os guste :)




En el camino

Es un camino en medio de un parque lleno de hierba verde, de cerezos que florecen en primavera y flores blancas que hacen que el sol del mediodía sea aún más brillante cuando lo ilumina.
Por ese camino pasaban a la misma hora todos los días.

Él era joven y apuesto, siempre iba escuchando algo en sus auriculares. De piel morena y ojos marrones, de esos que te intimidan con su intensa mirada.
Ella era joven también, sus ojos de color miel adoraban siempre aquél paisaje y su pelo castaño se agitaba con el aire que a veces soplaba.

Ambos esperaban encontrarse en el camino, aunque a veces ni si quiera parecían mirarse.
Ella muchas veces mantenía la mirada pero él parecía estar ensimismado, quizá en la música que no llegaba a escuchar, quizá en sus pensamientos.
Se encontraban de frente, pasaban uno por el lado de otro y a veces sus brazos se rozaban.

Un día él se atrevió a mirarla también, era tímido y por eso apartaba siempre la mirada, pero no podía estar más tiempos sin ver de cerca esos ojos.
Ella, valiente y orgullosa le miró también y cuando él pasó por su lado retiró la mirada y mientras se alejaba se esbozó en ella una sonrisa.
Aquella sonrisa que a él tanto le gustaría ver, pues quisiera ser más valiente, directo, hablarle y a conocerla, hasta llevarla algún lugar elegante en el que un caballero como él podría cortejar a una dama ella.
Y aunque a ella también le hubiese gustado ser más valiente, jamás se atrevió a hacer más que mantenerle aquella mirada.

Pues como ibas a hablar con alguien a quien solo ves una vez al día por casualidad, a quién no conoces de nada, no sabes cómo será su vida ni si quiera si querrá hablarte o pensará que estás mal de la cabeza.
Los dos pensaron que ese camino, esas miradas, ese cruce de destinos seria solo eso, una casualidad más de las miles que hay en el mundo.

Hasta que un día:
–Vamos voy a presentarte a un amigo –gritaba su amiga mientras tiraba de ella haciéndola avanzar entre la multitud de la gente de aquella fiesta.
– ¿Es necesario? –Preguntó irónica.

Y entonces se vieron, allí estaba él y allí estaba ella, esta vez en un lugar distinto a aquél camino en medio de la naturaleza. 
Comprendieron que el destino les había cruzado para que llegaran a ese lugar, para que al final tuvieran la oportunidad que en realidad habían deseado tener.

Casi sin darse cuenta los dos sonrieron a tiempo, por fin iban a conocerse.