AVISO: este relato puede contener escenas violentas para algunas personas, si eres muy sensible o menor de 15 años lee bajo tu responsabilidad.
MÓNICA
Ella
estaba en clase sentada en un pupitre de la última fila, cómo siempre. Guardaba
silencio y fingía prestar atención pero en realidad vivía en su mundo de
fantasía, escribiendo y dibujando sobre las blancas páginas de su agenda.
Las
únicas personas en las que confiaba eran su novio y su mejor amiga, que se
divertían en la clase de al lado a sus espaldas.
Ella
no se relacionaba con nadie más, ni si quiera hablaba con los compañeros o
profesores para saludar o pedir deberes.
Tampoco
participaba en clase, ni tan solo para preguntar dudas, aun que tampoco podía
tener muchas ya que a pesar de todo sacaba buenas notas y se las arreglaba muy
bien sola estudiando.
De
repente su teléfono sonó en la silenciosa clase interrumpiendo las
explicaciones del profesor que la regañó: -Por favor Mónica, sabes que en las
clases el móvil ha de estar apagado, que no vuelva a pasar o me veré obligado a
requisártelo.
-Lo
siento, profesor –dijo mirando abajo arrepentida de haber olvidado silenciar el
aparato.
En
cuanto el profesor volvió a girarse a la pizarra y siguió sus explicaciones
quitó el sonido del móvil y miró el mensaje. No sabía lo que era en ese
momento, pero no podía ser nada bueno ya que su cara cambió terriblemente y sus
ojos parecieron llenarse de furia.
Miró
la hora del reloj que colgaba en la pared del aula y escribió un mensaje,
quedaban algo más de quince minutos para acabar pero Mónica cogió algo de su
mochila disimuladamente y se lo guardo en la manga de la chaqueta ocultándolo.
Y no cogió nada más, ni el teléfono, ni la mochila.
Se
levantó y se fue con aquello que llevaba escondido en la manga de su chaqueta.
El
profesor atónito la llamó y le preguntó adónde iba, ella no respondió, ni si
quiera se dio la vuelta para mirarle.
Los
minutos pasaban y el final de la clase estaba cerca y Mónica no volvía y mi
confusión y preocupación por ella aumentaba. ¿Pero que podía hacer? ¿De verdad
pensáis que hubiera podido evitarlo? ¿Yo que jamás le hablaba? No, no lo creo.
La decisión estaba tomada y el destino ya había jugado sus cartas.
Mientras
yo preocupado estaba en clase a la espera de que sonara el timbre del recreo la
mejor amiga de Mónica salió de su aula para dirigirse a los baños tal y como
decía el mensaje de texto que le había enviado. Allí Mónica le esperaba con su
propia venganza.
El
timbre sonó y antes de que todos pudiéramos reaccionar ante el sonido y recoger
los libros para la hora del descanso un grito lleno de horror sonó en toda la
planta.
Era
la mejor amiga de Mónica, que corría y lloraba picando a las puertas de las dos
aulas y gritando: -¡Ayuda, ayuda! ¡Rápido que venga alguien! ¡Mónica necesita
ayuda!
Los
profesores alarmados ordenaron que nadie saliera de las aulas y fueron a ver
que sucedía.
Casi
todos los alumnos hicimos casó, aun que yo no sabía hasta que punto podía
quedarme allí sin saber que le pasaba a Mónica.
De
pronto la profesora gritó también y fue entonces cuando decidí que no esperaría
más para descubrir el terrible suceso.
Me
quedé un momento en la puerta observando la imagen que había en el pasillo; la
mejor amiga y el novio de Mónica estaban destrozados y muy nerviosos llorando
en el suelo. La profesora trataba de calmarlos aun que también estaba nerviosa
e incluso traumatizada y el profesor hablaba por teléfono llamando a emergencias
y diciendo a un profesor que pasaba por allí que avisara corriendo a la
directora.
Aproveche
el momento para entrar al baño sin que pudieran detenerme, el profesor me vio:
-¡No Víctor, no entres ahí! -Pero no pudo detenerme, entré y descubrí la imagen
más horrible que vi en mi vida.
Mónica
yacía ya muerta en el suelo lleno de su roja sangre, estaba allí desnuda y con
las venas de las muñecas cortadas por la navaja que estaba en el suelo. Era
aquello lo que cogió de la mochila.
A
pesar de estar muerta una leve sonrisa adornaba su cara. Jamás la había visto
sonreír ¿Acaso quería morir?
Tenía
que descubrirlo todo y entré al aula dispuesto a mirar su móvil, los compañeros
intentaron preguntar que sucedía pero yo ni si quiera era consciente de que me hablaban
a mi.
Busqué
en los mensajes de su móvil hasta que encontré la respuesta, alguien le había
enviado una fotografía en la que las únicas personas en las que confiaba
estaban besándose. La habían traicionado.
Después
leí el mensaje que ella envió a su amiga por última vez y decía: “Justo antes
de que el timbre del recreo suene pide permiso para salir de clase y ven al
baño, te espero allí. Es muy urgente, estoy pensando en dejarlo con él…”
Y
fue entonces cuando de verdad pude comprenderlo todo.
Mónica
lo hizo para vengarse, quería que vieran esa imagen que les traumatizaría para
siempre y jamás les permitiría vivir. Para que sufrieran tanto como ella.
Claro
que eso no fue lo único que la impulso al suicidio, antes de que la policía
llegara robé su agenda y me escapé del instituto aprovechando el desorden,
estuve un buen rato por la calle leyendo las historias que Mónica escribía.
Unas
historias en las que las protagonistas, simples copias de ella misma, vivían su
mismo infierno. Así a través de esos relatos descubrí que su padrastro la
pegaba a ella y a su madre y que esta era una pobre drogadicta que no podía
ocuparse de su hija.
Mónica
siempre había estado sola y no había tenido una vida feliz, pero al menos por
un momento lo había sido, porque sabía que con su muerte acabaría su dolor y
llegaría el de los que le habían quitado la vida.
Creo
que no era la primera vez que pensaba suicidarse, que la traición de su amiga
fue solo la gota que le hizo tomar la decisión definitiva de hacerlo.
Después
de que pasaran unas horas volví a casa, dónde mis padres esperaban muy
preocupados ya que habían recibido una llamada de la directora contándoles el
suceso y que me había ido sin decir nada.
-¡Oh
Víctor, hijo estábamos muy preocupados! –dijo mi madre abrazándome.
-¿Estás
bien, hijo? ¿Necesitas ayuda? Podemos ir al psicólogo o lo que sea… -dijo mi
padre con desesperación.
-Por
favor tranquilizaros, estoy bien. No necesito nada, estoy bien y Mónica está
bien.
Me
fui a mi habitación dejándolos confundidos pero jamás volvieron a hablar del
tema.
Respecto
a los que destruyeron la vida de Mónica solo puedo decir una cosa: se merecen
todas las desgracias que después les sucedieron.
Los
que la traicionaron acabaron separándose al no poder soportar recordarla y
sentirse culpables por estar juntos. Todavía no han superado lo que ocurrió y
no creo que lo consigan nunca.
Su
padrastro fue fríamente asesinado debido a un ajuste de cuentas con gente
peligrosa que antes de asesinarle le dieron tres palizas torturadoras que le costaron
varias lesiones grabes y un brazo roto.
Y
su madre al enterarse de la noticia del suicidio de su hija se enganchó aun más
a las drogas, nadie pudo sacarla de su pozo y cómo no, acabó muriendo de
sobredosis.
¿Y
yo qué? Os preguntaréis.
Bien,
yo solo era un chico con pocos amigos, que se sentaba en un pupitre de la
última fila.
Guardaba
silencio y fingía prestar atención pero en realidad vivía en mi mundo de
fantasía, soñando y observando a la preciosa y extraña Mónica.
Y
lo demás ya es otra historia.
Víctor, tal vez el único ser en la tierra que la recordará como se merece...
ResponderEliminarFuerte, pero me gustó mucho
Beso
Hola querida Luna!!! Pues, decirte que el relato está bien, pero me lo esperaba más fuerte XD... Revisa la ortografía, se te fue un braso y una que otra tilde en la palabra que no era. Me hubiera gustado saber más de los sentimientos de Mónica. O sea, me hubiera gustado que fuera un poco más larga la historia para conocer mejor a los personajes.
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