Este mes el proyecto consistía, cómo no, en escribir un relato de terror.
No sé si mi relato os hará sentir miedo, no suelo escribir dentro de este género y ha sido un buen reto.
¡Espero que os guste y que paséis un feliz Halloween!
La planta -1
Berta, Claudia y Ana eran amigas de toda la vida. Desde
que se conocieron en el instituto no se habían separado ni un solo día, aunque
a veces también discutían.
Ya estaban en su cuarto año y se sentían muy maduras
porque pronto se sacarían el graduado.
A Berta le encantaba el arte y la pintura, mientras que
Ana prefería jugar al fútbol y Claudia se dedicaba a escribir para la revista
del instituto. Las tres muy diferentes pero inseparables.
Cuando Ana jugaba un partido con el equipo Berta y
Claudia iban a verla para animarla y cubrir el reportaje de la revista. Por
desgracia, en el partido de las semifinales, Ana se lesionó.
Sus amigas corrieron a animarla en cuanto les dejaron
entrar a verla.
– ¿Cómo estás? – le preguntó Berta.
– Pues cabreada, su cara lo dice todo –comentó Claudia.
– ¡Me muero de rabia! ¡No podré jugar la final porque
tengo un esquince en el tobillo! –gritó la aludida.
– No te preocupes, iremos a ver el partido las tres
juntas y te dedicaré una columna en la revista –le dijo Claudia para animarla.
Con mucha pena Ana dejó los entrenamientos a un lado para
coger las muletas, sus amigas la ayudaban en todo lo que podían, le llevaban
los libros y la acompañaban en el ascensor aunque lo tuvieran prohibido. Pues
solo los alumnos con problemas de movilidad podían usarlo y aunque el director
las había pillado en alguna ocasión lo dejaba pasar por alto.
Así que como cada mañana las tres chicas entraron en el
ascensor. Iban distraídas, hablando de que al día siguiente por fin se
celebraba el partido de la gran final, Ana estaba contenta y orgullosa de su
equipo.
– ¡Seguro que ganaremos! –Decía.
Tan embelesadas iban en su conversación que ninguna de
ellas dio al botón para subir a la primera planta, y no se dieron cuenta hasta
que se abrió la puerta del ascensor de que habían descendido a la planta -1.
– ¿Dónde estamos? –preguntó Claudia atónita al ver el
oscuro panorama que se apreciaba fuera del ascensor.
– No puede ser –dijo Berta mirando la pantallita del
ascensor –aquí pone -1.
– ¿Qué? ¡Vámonos de aquí! –rápidamente Ana dio al botón
de la planta 1, el ascensor cerró sus puertas y comenzó a subir.
– Chicas… –dijo Claudia asustada – La planta -1 existe…
– No, no existe –dijo Ana –hemos tenido una alucinación.
– ¡¿Una alucinación conjunta?! –Gritó Berta –No me lo
puedo creer, Laia tenía razón…
Laia, era una chica de su clase que llevaba toda la vida
en silla de ruedas, los médicos decían que jamás podría caminar. Hasta que un
día desapareció durante muchas horas, la buscaron por todo el instituto hasta
que ella misma subió en el ascensor y salió caminando de él sin su silla de
ruedas.
Todos le preguntaron a Laia que qué había ocurrido, por
qué podía andar de repente misteriosamente y que dónde había estado. Ella solo
pudo decir:
– En la planta -1, he estado en la planta -1 y alguien me
ha curado.
Nadie encontró la planta -1 y todos los alumnos la
tomaron por loca, pero ahora ellas tres sabían que no era así.
Las chicas decidieron no decir nada ni a Laia ni a los
profesores por el momento. En clase no lograron concentrarse, aún seguían
asustadas por lo que habían descubierto.
La hora del recreo llegó por fin, pero las horas se les
hicieron eternas. Dudaron en bajar de nuevo en el ascensor ya que tenían miedo,
por suerte no pasó nada y salieron en la planta 0 para ir al patio.
– Ahora me da miedo coger este ascensor –comentó Berta.
– Es muy extraño, no entiendo que haya una planta baja y
nadie lo sepa –dijo Claudia.
– Chicas, tranquilas –pidió Ana –no podemos hacer nada,
solo callarnos.
– ¿Cómo vamos a callarnos esto? ¡Alguien tendría que
mirar lo que hay ahí! –Exclamó Berta.
– Estoy de acuerdo, tenemos que hablar con el director
–opinó Claudia.
– ¡Nos tomaran por locas! –Dijo Ana –Las alucinaciones
conjuntas existen, seguro, ni si quiera sabemos si lo que hemos visto es real.
– ¿Y quieres ir a comprobarlo? – preguntó Berta.
– Sería un gran reportaje para la revista –dice Claudia
como tomando en serio la pregunta de su amiga.
– ¿Qué? ¡No lo decía en serio, loca! –Gritó Berta.
– ¡Deja de gritar! –La regañó Ana, que no estaba nada
segura de lo que iba a decir a continuación –No podemos decir nada a nadie sin
asegurarnos de que la planta -1 existe.
– Entonces, bajemos. – Dijo Claudia, decidida.
– No, no lo hagáis –les pidió Berta – puede ser
peligroso. Recordad lo que le pasó a Laia… Esto da mala espina.
–Tranquila, llevaremos esto –dijo Ana sacando un espray
anti-violadores de su mochila.
Por más que Berta trató de convencerlas para que no
bajaran allí no hubo manera y aunque se moría de miedo decidió acompañarlas.
Montaron en el ascensor y sin dar a ningún botón
esperaron a que la puerta se cerrara y bajaran a la planta -1. Dio resultado.
– Estamos bajando –anunció Ana. Claudia que llevaba el
espray se preparó por si tenía que atacar.
– Berta, tú te quedarás aquí manteniendo la puerta del
ascensor abierta –le ordenó Ana – nosotras echamos un vistazo rápido y
volvemos.
Ana encendió la linterna del móvil y la puerta del
ascensor se abrió en la planta -1.
– Por favor, no os alejéis demasiado – les pidió Berta.
Al alumbrar con la linterna no vieron más que las roñosas
paredes del instituto, tenían que girar a la derecha por un pasillo para descubrir
algo más.
– Tranquila, no tardaremos –dijo Claudia.
Las dos chicas se alejaron por el pasillo mientras Berta
pensaba que se iba a desmallar en cualquier momento. “Tranquila, Berta, no pasa
nada, no van a tardar” Intentaba tranquilizarse a sí misma, miró su reloj, las
11:43, pasó un minuto y volvió a mirar. No se veía ni se oía nada, otros dos
minutos más y Berta cada vez estaba más nerviosa. No sabía si llamar a sus
amigas sería buena idea, pero al ver que ya eran las 11:48 decidió llamarlas.
– ¡Ana, Claudia! Ya han pasado cinco minutos, por favor
si me oís, volved. ¡Estoy asustada!
No hubo respuesta, hasta que un minuto después se escuchó
un grito ensordecedor, Berta se asustó pero sabía que si salía corriendo la
puerta del ascensor se cerraría y no podrían volver.
– ¿Qué pasa? – Gritó Berta desesperadamente – ¡Ana,
Claudia!
– ¡Corre Claudia! – Se oyó gritar a Ana – ¡Corre!
Claudia apareció de repente frente a la puerta del
ascensor, pero cuando estaba a punto de entrar alguien a quién Berta no pudo
ver la agarró intentando llevársela.
– ¡Claudia! –Gritó Berta estirando de los brazos de su
amiga.
– ¡Berta, pide ayuda! ¡Sálvate! –Le pidió su amiga. Berta
no pudo seguir estirando de Claudia, que se adentró en la oscuridad. Seguidamente
las puertas del ascensor se cerraron y Berta comenzó a ascender. Estaba muy
nerviosa, tenía dificultades para respirar y no podía remediar sus lágrimas.
Pero al salir al patio reaccionó y comenzó a buscar a
Laia por todo el recinto hasta que dio con ella.
– ¡Laia! ¡Están abajo! ¡Tienes que ayudarme! –Gritó
sorprendiendo a la solitaria muchacha.
– ¿Abajo? – Preguntó Laia, confusa.
– ¡En la planta -1! Sé que tu estuviste allí – Berta
rompió a llorar casi desesperada – ¡Tenemos que ayudarlas!
– Jamás me ha creído nadie hasta ahora, no tengo muchos
recuerdos de aquél lugar pero los que conservo no son agradables. – Dijo Laia.
– ¡Vamos, tienes que acordarte de algo! Tenemos que hacer
algo.
– Solo recuerdo el estar tumbada en una camilla y
sentirme muy confusa, vi fotos de alumnos que han desaparecido, vi muchos tubos
con líquidos y maquinas extrañas. –Le contó Laia –De repente desperté frente al
ascensor, me arrastré por el suelo, no llegaba al botón y para mi sorpresa
logré ponerme de pie. Después entré en el ascensor y volví a subir a la planta
0.
– ¿Alumnos desaparecidos? –Preguntó Berta.
– Sí, estuve investigando y desde el instituto siempre
han dicho que se mudaron o que cayeron enfermos. Pero en los archivos pone la
verdad, murieron aquí, en la planta -1.
Berta estaba aterrada pero no podía permitir que a sus
amigas les pasara algo parecido, así que corriendo fue a hablar con el director
que no la creyó.
– ¡Usted sabe que existe esa planta! ¡No sé qué esconden
en este instituto pero lo averiguaré! –Amenazó Berta.
El director se mostró tranquilo en todo momento, dijo que
no sabía de qué estaba hablando y que si no volvía a clase sería expulsada.
– Vamos a bajar ahí– le dijo Berta a Laia al salir del
despacho –Pero primero vamos a la cocina, tenemos que ir armadas.
– Yo… Lo siento… No quiero volver ahí abajo –confesó
Laia, asustada.
– Lo entiendo y no puedo obligarte – dijo Berta que se
había armado de valor – pero prométeme que si no vuelvo llamarás a la policía y
lucharás para que te crean.
– Te lo prometo, lo haré. Espero que no os pase nada. Lo
siento de verdad.
– Gracias.
Berta se dirigió entonces a la cocina del instituto,
dónde sin que la vieran robó el cuchillo más afilado que pudo encontrar.
Después, con valor, encendió la linterna del móvil y montó en el ascensor que
descendió de nuevo a la planta -1.
Recorrió en silencio el pasillo por el que habían ido sus
amigas, hasta que llegó al final y giró de nuevo a la derecha, era un nuevo
pasillo con varias puertas. Berta intentó no hacer ruido pero pensó que los
latidos de su corazón debían oírse a metros de distancia.
En las puertas había una pequeña ventana redonda, no
sabía si debía entrar en ellas o mirar, porque si la persona que había ahí
abajo la descubría no sabía que le podía pasar.
Con cautela se asomó en la ventana de la primera puerta y
descubrió un quirófano en el que no había nadie, así que entró.
Comenzó a examinarlo, el ambiente era sucio y pestilente,
había salpicaduras de sangre que casi la hacen vomitar y bisturís oxidados. En
el suelo encontró la muleta y una de las bambas de Ana, Berta sintió que se le
hacía un nudo en la garganta y decidió cambiar de sala. Sus amigas tenían que
estar ahí y pensaba salvarlas.
De nuevo miró en la sala de al lado, esta vez no encontró
un quirófano, pero encontró la silla de ruedas que antes era de Laia.
Entró en la sala dónde había una camilla en la que una
chica estaba tumbada, corrió pensando que era una de sus amigas, pero en cambió
encontró el cadáver de una desconocida. Tenía una mano amputada y los ojos
sacados, estaba llena de sangre seca y de gusanos que empezaban a salirle del
cuerpo.
Berta salió corriendo de allí asustada, y empezó a
vomitar. Sin poder evitarlo, las arcadas emitieron sonidos y una puerta se
abrió, de ella salió un chico al que todas conocían.
Era Alejandro, un alumno extremadamente inteligente que
nunca hablaba con nadie.
Berta se asustó al ver las manos ensangrentadas del chico.
– ¿Qué estás haciendo aquí? – Gritó él enfurecido,
acercándose a ella peligrosamente. Berta intentó echar a correr, pero estaba
muy débil y mareada. Alejandro la agarró del pelo y tiró de ella, llevándosela
hasta una de las salas. Berta gritaba y lloraba y cuando entró en la sala vio
por fin a sus amigas.
Tirada en el suelo, atada, con varias heridas y una
mordaza estaba Claudia, llorando desconsolada, cuando vio a Berta sus ojos se
abrieron como platos.
– ¡Deja de gritar! – Le ordenaba Alejandro a Berta.
Al otro lado de la sala en una camilla estaba Ana,
intubada y enchufada a máquinas de hospital, a su lado en una mesa estaba su
ensangrentado pie, que le habían amputado.
Berta sintió una desesperación y un miedo atroz, no podía
dejar de gritar, Alejandro entonces le tapó la boca con sus sucias manos, Berta
a pesar de su estado reaccionó y le mordió con todas sus fuerzas. Este al
sentir el dolor gritó y la tiró al suelo.
Berta, rápidamente, sacó el cuchillo y se lo clavó a
Alejandro en el pie. Seguidamente desató a Claudia y le quitó la mordaza.
– ¡Vámonos Claudia, corre! – Dijo Berta.
– ¿Y Ana? – Preguntó la chica entre lágrimas.
– ¡No podemos llevárnosla!
– ¡No os escaparéis de mí! – Gritó Alejandro sacándose el
cuchillo del pie.
Las chicas corrieron y Alejandro trató de seguirlas con
mucha dificultad. Llegaron al ascensor y picaron al botón con insistencia.
– ¡Berta, se está acercando! –Exclamó Claudia
atemorizada.
El chico estaba a punto de alcanzarlas otra vez, cuando
por fin se abrió el ascensor. Las dos amigas entraron rápidamente y para que él
no entrara Berta le atizó una patada en el vientre, provocando que cayera al
suelo. Por fin la puerta del ascensor se cerró y subieron a la planta 0.
Una profesora se sorprendió al verlas en aquél estado,
Berta tenía la boca llena de sangre, Claudia varios cortes por los brazos y
rasguños en la cara.
– ¡Chicas! ¿Qué ha ocurrido? – Preguntó la profesora muy alarmada.
– ¡Pare el ascensor y llame a la policía! –Gritó Berta, que
estaba a punto de vomitar otra vez, la profesora decidió hacerles caso y
corriendo avisó al conserje para que parase la electricidad.
– No hace falta que llame a la policía – dijo Laia que
entraba en el instituto acompañada de unos agentes.
– ¡Laia, les has llamado! –dijo Berta con lágrimas en los
ojos.
– ¡Nuestra amiga está ahí abajo! –Comenzó a decir Claudia
desesperada – Le ha imputado un pie y… Está
inconsciente, hay, hay asesinos…
– Claudia, para, respira – le pidió Berta – Es Alejandro,
él es el asesino, había una chica muerta también, tienen que salvar a Ana.
– Alejandro no es el único asesino, fue el profesor de
ciencias quién nos secuestró –reveló Claudia.
Los policías se apresuraron, pidieron refuerzos y
detuvieron al director y al profesor de ciencias a tiempo. Cuando los refuerzos
llegaron bajaron a la planta -1, dónde encontraron a Alejandro, el cuerpo que
Berta había descubierto y algunas partes amputadas de otros adolescentes.
Unos sanitarios acompañaron a los policías para llevarse a
Ana, que aún seguía con vida pero en un estado muy grave.
Laia estaba con Berta y Claudia cuando los policías
salieron del ascensor con Alejandro esposado.
– ¿Por qué? – Le preguntó Laia mirándole directamente a
los ojos – ¿Por qué a mí me curaste y a ellas has intentado matarlas?
– Por qué todas sois un experimento –contesta Alejandro
sonriendo– de ti estoy enamorado y decidí probar en ti mi descubrimiento.
Necesitábamos matar a los demás para que tú pudieras andar.
Laia rompió a llorar, no quería ni imaginar cuantas
personas habían muerto a costa del descubrimiento que le hizo caminar de nuevo.
La policía pidió a Claudia que contase lo que pasó allí
abajo, la chica desesperada explicó que el profesor de ciencias cogió a Ana y
luego Alejandro impidió que ella se fuera. Cuando la llevó a la sala Ana estaba
atada a la camilla, después la anestesiaron y la conectaron a maquinas hospitalarias.
Mientras Alejandro imputaba el pie a Ana el profesor la obligaba a mirar y le
cortaba en los brazos para sacarle sangre.
De camino al hospital Ana murió a causa de las pésimas
condiciones del lugar.
Al día siguiente el equipo de fútbol del instituto, en el
partido final, lució un lazo negro en la camiseta y le dedicaron la esperada victoria.
La policía en su investigación descubrió doce casos de
alumnos asesinados por Alejandro y el profesor. El director era consciente de
la existencia de la planta -1 y cómplice de la atrocidad que se cometía en
ella.
Todo era una obsesión del profesor por encontrar la cura
a la parálisis y otras enfermedades, una obsesión que inculco a Alejandro, un
alumno sin familia al que acogió. La planta -1 fue limpiada y sellada y aunque
la registraron nunca se encontró cual era el descubrimiento, ni la forma en que
curaron a Laia.
Berta y Claudia, después de mucho esfuerzo, se vieron con
la valentía de escribir un artículo en la revista del instituto sobre la planta
-1. Incluso la prensa internacional hizo eco de la noticia, se publicó el
artículo de las chicas y los archivos secretos del director.
Laia jamás pudo olvidar las últimas palabras de Alejandro
y se ofreció a que le hicieran múltiples pruebas para intentar descubrir cuál
fue su cura, pero nada se descubrió.
Desde entonces en el instituto no dejó de contarse la
terrorífica historia de la planta -1.
Muy interesante y tiene un lindo mensaje de amistad. Felicitaciones :)
ResponderEliminarLa idea de una planta -1 resulta un buen recurso para una historia de terror. Me ha parecido ver algunos tiempos verbales cambiados del pasado al presente. Gracias por haber compartido tu historia.
ResponderEliminarGracias por la observación, me había despistado jaja
EliminarYa esta arreglado :)
Esta genial la historia, un poco aterradora, me recuerda ciertos libros que leía de chico.
ResponderEliminarSaludos desde Colombia
Un relato que bien podría ser la base para alguna peli típica de Halloween.
ResponderEliminarDecir que Berta fue valiente y volvió por sus amigas! creí que ella también caería víctima.
Abrazo!
Me ha gustado que has hecho referencia a uno de los iconos del terror clásico: el tema del científico loco, los experimentos, etc... adaptado al contexto de tu relato. También el detalle de que alguien estuvo en el lugar y nadie lo cree hasta que las protagonistas terminan descubriéndolo, otro ingrediente también muy propio de las historias de terror.
ResponderEliminarUn saludo!
Me gustó! Como dice Erzengel, una historial ideal para Halloween!!
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Nerea, una historia intrigante y que no podía dejar de leer!!!Felicidades!!!!
ResponderEliminarBesos!!
Hola!!! Me ha gustado y me ha dado miedito hehe afortunadamente no hay ascensores en la universidad a la que asisto bueno apenas los pondrán lo malo es que hay doctores que acaban de invadirnos hehe aunque no son muchos hehe eso me dejo un pequeño trauma .0_ohehe. Genial la historia.
ResponderEliminarSaludos