Como veis sigo con la maratón.
¡Y lo siento pero no he podido llegar a las cinco páginas!
Es muy tarde y ya estoy bloqueada, hoy no he podido escribir en todo el día así que lo he intentado ahora de noche, pero solo he conseguido escribir dos y un poco más.
¡Al menos ha ido mejor que ayer ya que la primera página me ha costado mucho menos!
Espero ponerme al día mañana :)
La vida de Ainhoa
(Continuación capítulo 4)
En cuanto los pequeños le cogieron un poco de confianza a Pablo Ainhoa y Julia se pusieron de camino al hospital. En el coche tuvieron una conversación:
-Lo siento tía Julia, no debería haber salido y mucho menos dormir fuera, mi madre se pone muy nerviosa si yo no estoy. Sin mi no puede encargarse de la casa...
-Ya... Pero estaba yo. -Dijo Julia.
-Sí, tía pero ya sabes como es, nunca quiere que la ayudes.
Julia sabía que su sobrina tenía razón, pero ella quería mucho a su familia. No podía consentir que sus sobrinos lo pasaran mal y que Ainhoa perdiera por completo su juventud.
-Bueno espero que te lo pasaras bien con mi hijo, al menos. -Dijo Julia algo desanimada.
-Sí, lo pasamos bien... Bueno, ya estamos aquí.
Ainhoa y Julia entraron al hospital, en urgencias.
En recepción preguntaron:
-Hola, digame.
-Verá a mi madre la han traído a urgencias en ambulancia no hace mucho.
-¿Nombre? -Pregunto la mujer.
-María Pérez.
La mujer de recepción tecleó el nombre en el ordenador.
-Está bien. Esperen aquí sentadas que avisaré al doctor para que hable con ustedes y les lleve a la habitación de María.
-Gracias. -Dijo Julia.
Ambas se sentaron en silencio, ninguna tenía ganas de hablar. Julia estaba preocupada, pensando en como sacar a sus sobrinos y a su hermana adelante.
Ainhoa se sentía fatal por a ver pasado la noche fuera de casa y haberse acostado con Pablo, su primo. No es que se arrepintiera de la gran noche que pasaron pero si ella hubiese estado en casa nada de esto habría pasado.
En pocos minutos llegó el doctor interrumpiendo los pensamientos de las dos.
-¿Familiares de María Pérez?
-Nosotras. -Se apresuró a decir Ainhoa levantándose.
-Hola, soy el Doctor Jimenez. Sigánme por favor.
El doctor les llevo a una consulta y comenzó a explicarles qué pasaba.
-Verán, como ya sabían a María le daban depresiones a temporadas. Bueno esta vez además no se ha estado medicando bien...
-¿Como? Yo me he encargado de darle las pastillas durante el día y Ainhoa durante la noche. Le aseguro que lo hemos hecho bien. -Dijo Julia muy preocupada por las palabras del doctor.
-Tranquila señora. No ha sido culpa de ninguna de vosotras, ha sido María quién se a tomado unas pastillas antidepresivas de más sin receta y sin que lo supieran.
-¡Oh no puede ser! -Exclamó Ainhoa angustiada. -¿Pero como está?
-Le hemos hecho un lavado de estomago así que esta mejor, esas pastillas serían bastante fuertes. Además del alcohol que no ayudó claramente. Entre eso, las pastillas que tenía que tomarse y sus nervios le ha dado un ataque terrible.
Ainhoa y Julia se aliviaron al saber que estaba mejor y que le habían limpiado el estomago pero no era eso de lo que debían preocuparse, lo más importante era el estado mental de María.
-De todas formas me temo que María no podrá volver a casa en un tiempo... -Continuo el Doctor -Su estado mental no es nada bueno, necesita un seguimiento psicológico del que yo mismo me encargaré. Y bueno siento decirles lo siguiente, no puedo obligarles pero... sería conveniente que en unos días no vieran a María, si ahora pasais a verla puede ponerse peor y darle otro ataque de ansiedad que podría ir a más... -Dijo el Doctor con algo de dificultad.
-Pero ¿y los niños? -Dijo la tía Julia preocupada casi sin poder evitar sus palabras.
-No pasa nada. -Dijo Ainhoa sorprendiendo a su tía. -Haremos lo que sea necesario para que mi madre se recupere doctor.
Después de esto se fueron a casa, permanecieron casi todo el camino calladas.
Cada una pensando en sus cosas sin ganas de sonreír.
Y es que Ainhoa se sentía muy desgraciada, la noche anterior estaba feliz sintiendo y viviendo cosas maravillosas con su primo, pensó que por fin su vida daba un giro bueno y no malo, que quizás ahora las cosas irian mejor. Pero la realidad no era así, era malvada y injusta con ella.
No entendía porque su madre era así, porque se había tenido que medicar más de la cuenta, por que nunca la había dejado tomar sus decisiones... Miles de cosas que no entendía de su madre.
Pero solo quería que se recuperara.
Al llegar a casa Julia se puso a hacer la cena.
Mientras Ainhoa se metió en su cuarto a descansar y Pablo aprovecho que sus primos estaban muy entretenidos con los dibujos para ir a hablar con ella.
Seguro que necesitaba animos, cariño... Alguien que la consolara.
Picó a la puerta.
-Adelante. -Dijo Ainhoa sin moverse de la cama.
Pablo entró y cerró.
-¿Que haces aquí? -Preguntó Ainhoa sentandose.
-Bueno... venía a ver como estabas.
Pablo se sentó a su lado, en la cama, y la abrazó. Ella quería decirle que parara que aquello no estaba bien, que ahora no tenía tiempo para pensar en el amor, pero lo abrazó por que lo necesitaba y luego se armó de valor:
-Pablo... Lo siento pero... yo no puedo, no puedo seguir con esto. Nunca debería de haber salido y pasar la noche fuera...
-¿Te arrepientes?
-No es eso, por supuesto que no me arrepiento, esa a sido posiblemente la mejor noche de mi vida y siento muchas cosas por ti, lo sé. Pero la situación es difícil, eres mi primo, tengo que ocuparme de esta casa, de mi madre que no puedo verla de momento... Quizá en mi vida no haya espacio para el amor ahora... -Dijo apartando el rostro para que Pablo no viera sus lágrimas.
-Eh, no te escondas. Te entiendo muy bien, sé que ahora estarás ocupada y con muchas cosas en la cabeza, no es el momento de que empecemos una relación. Pero yo también siento cosas por ti y estaré a tu lado. Si quieres llorar podrás hacerlo conmigo, igual que si quieres reír o quieres amor.
Puedo esperarte.
Ainhoa se alegró mucho de escuchar las palabras de Pablo. No tenían porque olvidar la pasada noche, podían quererse y apoyarse.
Ya tendrían tiempo de estar juntos como en la playa y de amarse cuando todo estuviera en calma y no tuvieran que esconderse de Julia y María.
Todos cenaron juntos y después fue cuando los pequeños preguntaron cuando verían a su madre.
-Niños, ya sabeis que mamá esta curandose con los medicos. Hoy he hablado con el Doctor Jimenez que es un señor muy amable que esta cuidando de mamá, pero me ha dicho que para que ella se cure bien necesita que no vayamos a verla en unos días. -Explicó Ainhoa a sus hermanos lo mejor que pudo para que no se pusieran tristes.
-Pero...¡Yo quiero ver a la mamiiiii! -Dijo el pequeño Carlos casi llorando.
-¡Jo yo también quiero verla! -Exclamó su hermanita Paula con cara de pena.
-Oh vamos no lloréis, si lloráis la mama no estará contenta y no se curara. ¡Además os he traido una cosa!
-¿EL QUEEE??
-¡Tachán! -Ainhoa sacó dos piruletas de su bolso y se las dio a sus hermanos -¡Os las doy pero tenéis que estar contentos si no no podéis comerosla!
-Vale tata, no lloraremos más!
Y así después de un duro día todos se fueron a dormir.
Aun que la noche no fue fácil para ninguno, los niños no cogían el sueño ni después de cinco cuentos contados así que Julia tubo que darles un jarabe para que se relajaran y durmieran.
Pablo, no estaba nada cómodo en aquél sofá, y no paraba de pensar en Ainhoa; Julia pensaba en si deberían ir todos a su casa hasta que María se recuperara y Ainhoa, pobre, pensaba en todo.
Joder! Que egoista ha sido Maria cargando con todo Ainhoa.
ResponderEliminarMenos mal que ahora tiene a Pablo para consolarla y a Julia para ayudarla