Cajas para África
Por fin era diciembre y se acercaban las vacaciones de Navidad.
A Violeta le encantaba la Navidad, siempre le regalaban muñecas o vestidos para vestir a las que ya tenía. Le encantaba ver el día 6 de enero como los Reyes Magos le habían dejado los regalos a ella y a sus padres.
Pero a la pequeña Violeta le gustaba la Navidad por muchas más cosas, como pasear por la calle con todas esas luces de colores que la decoraban, poner el árbol de Navidad con sus padres y llenarlo de bolas y adornos, juntarse tantos días con toda su familia.
Y había algo más que a Violeta le llamaba la atención, y es que cada año en Navidad antes de que llegaran las vacaciones, ponían una gran caja en la puerta de su colegio en la que su mamá y las de sus compañeros dejaban comida.
El último día de cole antes de vacaciones Violeta y su mamá recogieron las notas de Violeta y antes de salir su madre dejó en la caja un paquete de arroz y otro de lentejas.
-¿Porqué ponéis comida en esa caja mami? -Preguntó Violeta.
-Tu profesora me ha dicho que eres una de las que mejor lee en clase, ¿por qué no me lees lo que dice la caja, cariño? -Le pidió su madre.
Violeta vio que en la caja había algo escrito y leyó: "Para que los niños de África tengan una Navidad feliz"
Entonces su madre le explicó qué pasaba en África:
-En África hay muchos niños que no tienen comida ni juguetes, por eso les enviaremos esta caja con comida y una caja con juguetes que hay en la iglesia. Para que ellos también tengan una buena Navidad con comida y regalos.
-¿No tienen muñecas para jugar? -Preguntó Violeta muy triste.
-A veces no, pero entre todos les ayudaremos. -Le respondió su madre con una sonrisa.
De camino a casa Violeta pensó y pensó en los pobres niños de África. Le daba mucha pena que no pudieran tener comida y regalos en una fiesta tan bonita como Navidad, así que al llegar a su casa cogió muñecas con las que ya no jugaba y estuvo un buen rato peinándolas y vistiéndolas.
Cuando terminó llamó a su madre.
-¡Mami, mami! ¡Ven a ver una cosa porfaaa!
-¿Qué pasa, hija?
La madre llegó hasta la habitación y allí vio a todas aquellas muñecas bien peinadas y vestidas.
-¡Son para los niños de África, mami! ¡Para que jueguen!
A la madre de Violeta, emocionada, se le escapó una lágrima.
-¿Por qué lloras mami, lo he hecho mal? -Preguntó Violeta preocupada al ver que su madre lloraba.
-No, hija, lo has hecho muy bien, lloro por que estoy muy contenta de que ayudes a la gente. ¡Las niñas y niños que reciban estos juguetes se pondrán muy felices!
Y así después de ese día Violeta se fue a dormir imaginando cómo los niños y niñas recibirían esas cajas con comida y juguetes y podrían ser tan felices como ella en Navidad.
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