Para volver he escrito un pequeño relato, no tiene título ni lo he revisado porque simplemente he dejado volar mi imaginación a ver que salía y este es el resultado:
RELATO SIN TÍTULO
Un día más llega al
instituto, su mejor amiga está enferma y hoy no irá a clase.
Es un fastidio el
tener que entrar sola a clase, cuando Miriam la acompaña se hace todo más
llevadero y se siente más segura, sin embargo hoy ya presagia un mal día.
Nada más llegar al pasillo
todos la miran y cuchichean, se oyen algunas risas en voz baja y Amelia mira al
suelo ruborizada. No entiende porqué se han de reír de ella, es tan normal como
las demás pero parece que no encaja con sus compañeras.
Por fin llega el
profesor que abre la puerta del aula, todos entran pero una chica pelirroja se
queda parada en la puerta y le hace la zancadilla a Amelia que se cae al suelo.
Todos se ríen de ella
a carcajadas y la chica que ha provocado la situación sonríe con malicia
mientras sus amigas le guiñan el ojo.
Amelia se queda un
instante en el suelo mientras sus compañeros siguen riendo. ¿A que espera? Es
obvio que nadie va a ayudarla, se levanta sola y de nuevo avergonzada va hasta
su asiento. El profesor pide silencio y la clase de historia comienza.
Por lo menos mientras
el profesor explica no pueden molestarla y se guarda silencio. Pero la hora
pasa rápido y suena el timbre, el profesor se marcha.
Amelia desea que esos
cinco minutos pasen cuanto antes y llegue la próxima clase, está cansada de las
burlas, de los insultos. Miriam es siempre la que la defiende a ella y ahora
que no está sus compañeros se aprovechan.
La misma que le hizo
la zancadilla en la puerta se acerca a su mesa junto a otras compañeras, por lo
visto nunca se cansan.
– Hola Amelia, no
sabíamos que te gustaba comer el suelo – le dice.
– Dejadme, no quiero
problemas… –responde Amelia hablando muy flojo.
– Lo siento pero no te
oímos si hablas tan bajito – contesta otra de las chicas con un tono muy
despectivo.
Amelia cierra los
ojos, siente que está viviendo una pesadilla y quiere despertar.
– ¿Qué hace cerrando
los ojos? ¿Está loca? – todas ríen y una se sitúa detrás de la silla de Amelia.
– Sí, está loca y
además es muy torpe – la chica agarra la silla y la empuja hacia atrás
provocando que Amelia se caiga y grite del susto.
Todas las chicas se ríen
y otros compañeros que miran también, Amelia no puede remediarlo más y empieza
a llorar, además se ha hecho daño al caer.
Sin que ella ni nadie
lo esperé Yael se levanta, todas las chicas de clase opinan que es guapísimo, le
admiran y quieren salir con él aunque ninguna lo ha conseguido.
Se acerca y le da la
mano a Amelia ayudando a que se levante.
– ¿Cómo podéis hacerle
esto? Sois asquerosas… –. Todas las chicas se quedan de piedra ante la reacción
de Yael. Amelia tampoco entiende que el chico más guapo de clase le defienda
cuando nunca antes lo había hecho pero lo agradece.
– ¿Estás bien, Amelia?
–. Esta no es capaz de responder e intenta secarse las lágrimas – vamos fuera.
Yael ayuda a Amelia a
tranquilizarse y cuando ve que se encuentra mejor retoma la conversación.
– ¿Te encuentras
mejor?
– Sí, gracias por
ayudarme…
– De nada, no sé
porque llevo tanto tiempo dejando que se metan contigo, supongo que como veía
que Miriam te defiende pensaba que no me necesitabas.
– Nunca hablas
conmigo, no entiendo que ahora me defiendas y me digas esto aunque te lo
agradezco… – Amelia tiene algo de vergüenza pero no puede seguir callando, está
harta de que le tomen el pelo.
– Tienes razón nunca
hablamos y lo siento me gustaría mucho que eso cambiara –Yael le sonríe y ella
no puede evitar devolverle otra, es muy extraño que de repente el chico más
guapo de clase le diga todas estas cosas y pretenda acercarse a ella pero le
gusta, quizá su vida empiece a cambiar. –Bueno, deberíamos entrar a clase.
Y así los dos vuelven
a entrar ante la atenta mirada de todos, el profesor les regaña por llegar
tarde y los dos se disculpan.
El resto del día Yael
y Amelia siguen hablando y conociéndose, Amelia se siente esperanzada e
ilusionada. Parece que al fin cambia su suerte.
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