Y no puede haber mejor forma de darle la bienvenida que con este proyecto de Adictos a la Escritura, el cual consiste en escribir un relato sobre el calor. Aun que el mio no tiene nada que ver con el verano... jeje
La verdad es que este mes me ha costado un poco terminar mi relato y no sé si transmitirá calor, como se pedía en las bases. Pero para eso están los comentarios, para que me digáis con total libertad si habéis sentido el calor o si por el contrario no lo he conseguido.
¡Sea como sea espero que os guste!
CALOR DE VENGANZA
Desperté
algo sudorosa y en seguida me di cuenta de que estaba encerrada. Era un lugar
oscuro, solo unos focos anaranjados iluminaban el lugar.
Nos
habían secuestrado, sí, estaba segura de ello aunque no tenía ni idea de porqué
ni de quienes eran los secuestradores.
Lo que sí
sabía era que tenía que mantener la calma, estábamos encerrados y hacía calor.
Alberto, mi becario, estaba inconsciente. Era joven, solo buscaba su
oportunidad y yo se la di al ofrecerle el puesto en la empresa.
–Alberto,
despierta. –Le dije intentando hacerle reaccionar. Despertó aturdido, el pobre
no recordaba nada.
–Nos han
dado un golpe con el coche y nos han secuestrado. –Le expliqué.
– ¿Qué?
–Exclamó asustado.
–Ya te
advertí que al ser mi becario estarías expuesto a cualquier riesgo.
–Pero
Jefa, por Dios, imaginaba que serían riesgos profesionales, no un secuestro.
–No soy
la primera empresaria a la que secuestran... Ni seré la última.
– ¡Mire,
su bolso! –El chico vio mi bolso tirado en el suelo y me avisó.
Rápidamente
revisé su interior, obviamente mi móvil y mi tableta no estaban.
–Mierda...
Van a robarnos un montón de datos e información. –Dije –Sea quién sea el que nos ha hecho esto es
alguien de la competencia.
–Disculpe
Jefa… ¿No tendrá usted un poco de agua? Hace demasiado calor aquí...
Alberto
casi vuelve a desplomarse, por suerte sí que llevaba agua en el bolso. La
verdad es que cada vez se hacía más insoportable estar ahí encerrados. Unos
ventiladores enormes producían un intenso aire caliente. Empezamos a sudar aún
más.
–Será
mejor que guardemos agua, no sé cuánto tiempo estaremos aquí...
Los
minutos, o las horas pasaban, era difícil mantener la noción del tiempo. Estar
allí se hacía cada vez más horrible, busqué una ventana pero no la encontré.
Los
ventiladores no se paraban. El aire caliente que producían me agobiaba por
momentos y aquellas luces naranjas e intensas solo empeoraban la sensación de
calor.
Poco a
poco nos fuimos quitando ropa hasta quedar casi en ropa interior, no podíamos
hacer otra cosa.
Hablábamos
para pasar el tiempo pero se nos secaba la boca, y nada más podíamos mojarnos
los labios para ahorrar agua.
No
aparecía nadie, ni siquiera el secuestrador. Y aquellos ventiladores no dejaban
de girar, de sacar aire caliente y de hacer un horrible ruido.
Ambos
estábamos empapados, pero Alberto tenía peor cara, se debilitaba por momentos y
yo lo notaba, no quería preocuparme porque intentaba mantener la calma pero
volvió a desmayarse. Ya no podía más, estaba harta de aquella situación y no
pensaba permitir que Alberto se pusiera peor.
Furiosa
grité y tiré las prendas de ropa en los ventiladores que se atascaron, aquello
me despertó un poco de aquél estado de ira y me hizo reaccionar.
Cogí lo
que quedaba de agua, le eché una parte por el cuerpo a Alberto que despertó y
después le di de beber el resto.
–No Jefa,
no puedo beberla toda o usted también morirá de sed. –Ni si quiera en esas
extremas condiciones Alberto dejaba de hablarme de usted. Es algo que me gustó
de él, su educación y respeto, los mantenía siempre en cada momento, no
importaba que le hicieran él jamás perdía sus buenas formas. Sus padres debían
estar orgullosos.
–Por eso
mismo que soy tu Jefa, haz el favor de beberte el agua, no voy a dejar que te
desmayes otra vez. –Le dije –Te necesito
despierto, te necesito a mi lado para que juntos pensemos que hacer.
Al
parecer el agua y mis palabras le dieron fuerzas y se recuperó un poco.
–Tenemos
que avisar a alguien o moriremos aquí abajo
–Dijo el chico.
–Sí…
¿Pero cómo?
De pronto
empezó a sonar una melodía, era el móvil de Alberto.
– ¡Mi
móvil!
–Pero.
¿Dónde está?
– ¡Ahí! –Corriendo
respondió al teléfono – ¡María! –Era mi
secretaria. –¡Lo sé! Necesitamos ayuda.
–María
llama a la policía, nos han secuestrado, voy a enviarte las coordenadas ahora
mismo.
Colgué y
le envié las coordenadas GPS, así nos encontrarían más deprisa, de pronto oí
una puerta que se habría. Seguido de unos pasos que se acercaban.
Escondí
el teléfono como pude. Seguía haciendo calor pero por suerte los ventiladores seguían
bloqueados.
–Como
puede ser que hayáis bloqueado los ventiladores
–dijo el secuestrador enfadado pero no podía verle la cara, puesto que
permaneció en la penumbra –Ahora veréis…
El
secuestrador apretó una palanca, los ventiladores volvieron a arrancar esta vez
a máxima potencia, tanta que nuestra piel se empezó a quemar.
Entre
gritos de dolor caímos al suelo, nos dimos las manos aun sintiendo la intensa
quemazón del contacto de nuestra piel.
– ¡Por
favor para! –grité –¿Quién eres? ¿Por
qué haces esto?
–Solo soy
un mensajero –dijo el secuestrador entre
risas –Y un sádico, disfruto viendo cómo
te quemas, cómo sufres…
Volví a
gritar, no podía más, el calor y la quemazón estaban siendo cada vez más
fuertes, ya no podía aguantar.
–Lo siento Alberto –dije entre susurros –Gracias por todo.
–No,
Jefa, no se rinda –dijo él entre gritos.
No podía
más, mis ojos se iban a cerrar. Solo pude oír pasos, muchos pasos.
– ¡Alto
ahí! –Dijo alguien.
Entonces
el calor, las quemaduras, todo desapareció.
Estuvimos
algunas semanas ingresados en el hospital, la policía no pudo averiguar nada.
El secuestrador era un sádico que solo hacia encargos, quien quiso hacerme tuvo
mucho cuidado para no ensuciarse las manos. En el mundo empresarial siempre es
mejor que otro haga el trabajo sucio.
Tampoco
hubo forma de recuperar la información que me habían robado y en mi compañía
trabajaban contra reloj en el nuevo producto, pues el que fuera que me había
robado mi tablet tenía el diseño y si lo sacaban a la luz antes que nosotros
estábamos perdidos.
Cuando
nos recuperamos de las quemaduras pudimos volver al trabajo. Justo a tiempo
para el lanzamiento del producto, menos mal.
Quedaba
solo un día, lo teníamos todo listo y ninguna empresa de la competencia parecía
saber nada del producto.
Pero
justo entonces, justo cuando pensamos que todo había acabado otra compañía
lanzó el producto.
Era la
compañía de mi ex marido. Él lo había planeado todo.
–Hijo de
perra –maldecí –Me las pagará.
–No puedo
creer que ese hombre sea tan miserable
–Dijo Alberto.
–Lo es,
pero te aseguro que de una forma u otra demostraré que fue él quien encargó nuestro
secuestro.
El calor
que sentía en mi interior en aquél momento era intenso, abrasador y duradero,
era el calor de la ira, el calor de la venganza.
Desde luego, ¡calor transmites! Hubo un momento en el que me agobié tanto como los protagonistas con esos malditos ventiladores. Poca broma los exmaridos y la competencia empresarial.
ResponderEliminarWow!
ResponderEliminarMe ha gustado y creo que teansmites dos tipos de calor, al inicio uno seco, desesperante y agobiante. Después hay como una parte que refresca al momento que están libres. Y de nuevo retomas un calor pero muy diferente, con ira desafio y venganza, justo como lo has descrito.
Saludos